El estrés es malo. La calma es buena. Y mindfulness nos ayuda a movernos del primero al segundo.
¿Es realmente así?
Cuando empezamos a practicar mindfulness esto se transforma una creencia central. Estamos tan estresados como agobiados en nuestra vida, desesperadamente buscando alguna manera de poder fluir y encontrar calma.
Así es, que muchos de nosotros, en la “comunidad de gente que práctica mindfulness” buscamos la meditación como una manera de cultivar la calma y erradicar o alejar el estrés. Y en muchos sentidos, funciona. Pero también notamos que aún nos estresamos…un montón!
Da igual lo mucho que practiquemos, nuestra vida continua produciendo situaciones, relaciones y conversaciones estresantes.
No somos los únicos que tenemos esta idea acerca del estrés. Encontramos este tipo de idea en los Apps, en los lugares de trabajo, en los programas de mindfulness, en los artículos de prensa que ofrecen claves para reducir el estrés y la ansiedad. Lo encontramos también en libros populares, artículos de meditación, con títulos como “Reducir el estrés con mindfulness”, “Supera el estrés y sé feliz”, o “Meditación: la solución al estrés”.
Con el tiempo aprendemos que al desear quitarnos o alejar el estrés, de priorizar la calma al estrés, creamos una forma de aversión que socava nuestra “atención consciente / mindfulness” y la capacidad de prosperar en nuestras vidas.
Las 2 trampas de evitar el estrés:
- La primera trampa tiene que ver con no ser capaz de cultivar una “observación atenta y sin juzgar” de nuestra experiencia mientras se despliega (leer la paradoja de mindfulness)
- La segunda trampa tiene que ver con la creencia de que todo el estrés que experimentamos es malo (Euestrés versus distress: El eustrés favorece la adaptación y respuesta creativa a diferencia del distress).
“… cuando usamos mindfulness para quitarnos el estrés, dejamos de estar atentos, dejamos de ser mindful”
Basado en una traducción libre del articulo: https://www.mindful.org/being-with-stressful-moments/