En la psicología budista se hace hincapié en la importancia de gestionar los obstáculos para así poder acceder a estados mentales de mayor absorción meditativa, calma y gozo (samatha), así como cultivar una percatación profunda (Vipassana). Por esta razón es importante distinguir los estados mentales y emocionales hábiles de los torpes, que subyacen a nuestro comportamiento. El uso de las expresiones hábil y torpe evita los juicios morales que implican a menudo "bueno" y "malo". La práctica meditativa (formal e informal) supone un “esfuerzo correcto” para identificar y gestionar los “estados mentales y emocionales” (EME). Se habla de cuatro orientaciones en el esfuerzo (Sangharákshita, 1997).
Los cuatro esfuerzo en relación con los 4 estados mentales y emocionales (EME)
- Prevenir: Los EME torpes no surgidos (cuidar lo que entra por los sentidos).
- Erradicar: Los EME torpes surgidos (por ej. los 5 obstáculos: deseo sensual, odio, preocupación/desasosiego, pereza/letargo y duda/indecisión).
- Desarrollar: Los EME hábiles no surgidos (concentración, alegría, equilibrio, etc.).
- Mantener: Los EME hábiles surgidos (continuar nutriéndote con las prácticas que favorecen los estados mentales hábiles y creativos
Mencionar que las categorías hábiles y torpes son para designar los estados mentales desde el cual se habla, actua o piensa y conforman la base a partir de la cual se reflexiona sobre la base ética de nuestro comportamiento en la psicología Budista.
La lista de los cinco obstáculos nos proporciona un método para la clasificación de nuestras experiencias de las distracciones. En general, no son considerados como una distracción objetiva (ruido, incomodidad física, etc.), no describen experiencias o sensaciones particulares, sino el tono emocional que condiciona nuestra repuesta a esas experiencias y sensaciones (Paramananda, 1997).
Hay un símil que ilustra el efecto de cada obstáculo mediante la imagen de un tazón lleno de agua que debería servir como espejo para mirar el reflejo de la propia cara. De acuerdo con estos símiles el efecto del deseo sensual es semejante al del agua mezclada con un tinte. La aversión es como agua hirviendo. La pereza y el letargo se comparan con agua cubierta de algas. La preocupación y desasosiego afectan a la mente como el viento que agita al agua. La duda es como agua fangosa y oscura. En cualquiera de los cinco casos es imposible verse bien en el reflejo del agua. El deseo sensual tiñe la percepción. Debido a la aversión uno se calienta. La pereza y el letargo ocasionan que uno se estanque. La la preocupación y desasosiego provocan que uno esté ansioso. La duda oscurece.
Hay una segunda serie de símiles que ofrece más ilustraciones para los obstáculos. El deseo sensual que agita a la mente se compara con estar muy endeudado. La tensión que crea la aversión es literalmente una gran afección. La pereza y el letargo embotan y aprisionan a la mente. La inquietud y la preocupación pueden controlar a la mente a tal grado que uno queda por completo a su merced. La duda nos deja en un estado de inseguridad, sin saber en qué dirección ir (Analayo, 2019).