Comienza en Valencia un programa destinado a quienes padecen de enfermedades crónicas o estrés. Uno de sus responsables, Dharmakirti, explica los alcances de una herramienta de antiguo origen.
Entrevista y fotografía reailizada por Aurelio Álvarez para la revista Tú Mismo en Octubre del 2008
¿A modo de presentación, qué nos puedes decir qué es RespiraVida, Dharmakirti?
Es un proyecto que está comenzando en Valencia y que básicamente constituye un programa para gestionar el dolor crónico, la enfermedad crónica y el estrés, utilizando la meditación como herramienta.
¿En qué experiencia, principios, se sustenta o fundamenta a fin de que podamos conocerlo mejor?
Una mujer llamada Vidyamala Burch, quien sufre un dolor crónico en su espalda desde hace muchos años, se planteó cómo hacer para convivir de una forma positiva con algo que es inevitable y constante. Entonces empezó a buscar formas de relacionarse con su dolor, con su enfermedad, que le permitieran tener una vida también plena y rica. Así encontró varias cosas, pero la que más le ha ayudado a resolver sus dificultades es la meditación. El trabajo de la meditación se vincula con el cultivo de la conciencia, ayuda a tomar conciencia con lo que nos está sucediendo y evita vernos como algo sólido, rígido, sino como un proceso, puesto que a nivel físico todo se mueve y cambia constantemente.
Y nosotros podemos ser partícipes en ese cambio.
Exacto. Esta mujer se dio cuenta de que por un lado tenía algo inevitable, su enfermedad y su dolor, y por otro, que la meditación le permitía abrir su conciencia, respondiendo en lugar de reaccionar ante lo que estaba pasando. La idea es que frente a eso que tienes, cómo puedes hacer para no crear más sufrimiento, más capas de dolor. Habitualmente, a nivel físico nos cerramos, nos contraemos o cerramos el corazón porque no queremos contactar con la experiencia de dolor que sentimos en un momento dado. Y eso crea un nivel más de sufrimiento, llamado sufrimiento secundario. El trabajo de la meditación es tomar conciencia para realizar una tarea a fin de ver cuál de estos dolores yo puedo cambiar. Obviamente, el dolor físico en mi cuerpo tal vez no puedo cambiar, pero sí mi relación con el dolor. Por ejemplo, puedo reconocer que hay otras partes de mi cuerpo que están bien, no me duele la rodilla, siento la calidez del sol en mi cara, disfruto de estar con mi amigo...
Digamos que se desdramatiza el dolor, quitándole el velo catastrofista que a veces conlleva, y lo focalizamos. Así, con lo demás se puede gestionar la vida con mayor libertad.
Sí. Una de las ideas que también ha contribuido en la comprensión de este programa es la siguiente. Imagina un recipiente pequeño, con agua, en donde echas una pizca de sal. El agua estará salada. Ahora pones un cuenco más grande, con agua y la misma pizca de sal, el agua ahora no será tan salada. Cuando nos focalizamos en el dolor, todo es dolor. Por eso la idea es que podamos abrir nuestra experiencia y ver qué más hay, descubrir otras sensaciones, toda una gama, unas más agradables otras neutras, etcétera. Este trabajo es progresivo, tomando conciencia de los diversos aspectos de nuestra experiencia, que es muy rica, como un tapiz bordado, con puntos de dolor por aquí, pero en otras partes no. Incluso el dolor nunca es igual, siempre va cambiando: a veces es punzante; otras, sordo, agudo… Tener esta perspectiva hace que la calidad de vida, la relación con el dolor cambie significativamente, y de este modo cambia tu mundo.
Distingue qué es una respuesta y qué es una reacción.
Cuando decimos responder en vez de reaccionar me refiero a que como seres humanos tenemos hábitos, algunos de los cuales son buenos porque nos ayudan a llevar una vida más organizada, pero existen otros que resultan perniciosos por ser formas reactivas.
Frente al dolor es normal que nuestra reacción inmediata en un primer momento sea intentar evitarlo, no queremos experimentarlo. Una actitud instintiva que no ayudará a sobrellevar el dolor, ya que necesitamos abrirnos a lo que está sucediendo y ampliar la perspectiva para ver otras cosas. Por lo tanto, nuestra respuesta no será tan estrecha, sino que podremos elegir cómo responder.
Estamos hablando de dolor y enfermedades crónicas, graves. Pero también la técnica se usa en casos de estrés. ¿Hay alguna diferencia en su aplicación?
En esencia, es similar, pero tiene pequeñas variaciones más adecuadas para cada grupo de trabajo en particular. Intentamos separar dos tipos de cursos porque quien está enfermo pasa por una circunstancia diferente que puede compartir con gente que vive una situación parecida. Y la gente con estrés, ansiedad, depresión, tiene otro tipo de contexto y por lo tanto intentamos que comparta otro espacio en común. El principio básico del programa es el mismo: el cultivo de la atención consciente. La vida en sí misma está llena de momentos de estrés, como cruzar una calle, pero puedes gestionarlos para que no te abrumen. No se trata de cambiar el entorno, sino cómo percibimos el mundo y qué podemos hacer desde nosotros porque no tenemos la capacidad de cambiar a los demás.
¿Qué tipo de reaseguro tomáis para que quien siga el programa obtenga el beneficio que se le predice?
Previamente realizamos una entrevista para ver si este trabajo es adecuado para la persona interesada, y luego pedimos un mínimo de compromiso para practicar y aplicar los principios que desarrollamos durante el programa. Para ello les damos cedés y manuales a fin de que realicen entre una clase y otra, durante la semana. Cuarenta y cinco minutos diarios de práctica garantizan que sacarán muy buen partido de lo que están haciendo.
¿Quiénes no pueden ejercitar con esta técnica?
Principalmente, personas que están con un dolor exacerbadamente agudo, en una situación postrante, o con una grave crisis depresiva. En estos casos se requiere otro tipo de acercamiento. Y por otro lado, quienes creen que con este programa curarán de su enfermedad. No curamos el dolor, sino que lo gestionamos. Son muchas las personas que tienen esa falsa idea, que intentamos aclarar. En la medicina tradicional pensamos que algo mágico, de un manotazo, nos quitará el dolor a través de una pastilla o una inyección. Es cierto que a veces ayudan bastante, pero en realidad el dolor requiere de paciencia, trabajo. La sanación es mucho más que quitar el dolor emergente en un momento dado.
Existen estudios científicos de peso, que no han resonado mucho como hubiera correspondido, tales y como los del doctor Kabat Zinn, médico de la Universidad de Harvard, que respaldan este programa.
Jon Kabat Zinn hace casi tres décadas que efectúa un trabajo, muy lento pero consistente, que va logrando gran influencia en la medicina occidental y que demuestra una visión de la vida más completa, más holística. Por eso el programa de RespiraVida tiene varios elementos, además de la meditación, como el movimiento consciente basado en yoga y pilates, y la planificación del tiempo para evitar los excesos (pasar de estar excitado a tumbarse en la cama). Aquí, en España, Kabat Zinn es casi un desconocido, pero en Norteamérica y el Reino Unido ha tenido mucho éxito, de hecho hay un vasto trabajo suyo desarrollado conjuntamente con hospitales públicos. La historia de este médico es muy interesante. Quería probar que tenía algo que podía ayudar mucho, pero no sabía cómo hacerlo. Entonces les dijo a sus colegas que cuando tuvieran pacientes con los cuales no pudieran hacer nada más por su salud, luego de aplicarles todo tipo de terapia, que se los derivaran a él. Así empezó a trabajar con un grupo, obteniendo magníficos resultados, hasta llegar a crear una clínica antiestrés por la que han pasado miles de personas y que se han beneficiado con este programa.
Todo esto se relaciona con una filosofía de vida que va más allá de buscar herramientas eficaces para superar trances difíciles en la vida.
Estas técnicas como la meditación nacen de la tradición budista, empleadas durante miles de años, y no es necesario ser creyente, ni siquiera una persona espiritual, para ejercitarlas. Desde luego, meditar, profundizar en lo que te está pasando te llevará a tener una visión más elevada de uno mismo y de todos los seres humanos, y esa visión es una experiencia espiritual. La espiritualidad no es más que eso, verse como algo más que una persona que vive. Hay algo más en cada uno de nosotros, una joya preciosa a la que podemos despertar, que es la espiritualidad, descubrir lo más elevado que yace dentro de nosotros, todo nuestro potencial encendernos, iluminarnos.
Además del enfermo, su entorno, el círculo más próximo como es la familia, ¿puede aplicar también este tipo de técnicas?
Sí. Hemos preparado gente que no tenían dolor y sólo lo hacían porque necesitaban ampliar su forma de relacionarse con alguien de su familia o entorno que estaba sufriendo un dolor crónico, cáncer, y que obviamente los involucraba personalmente. El programa ayuda tanto a quien padece una enfermedad como a quien acompaña, incluso un profesional de la salud, como enfermeros, etcétera. Estamos pensando para el futuro diseñar cursos específicos para gente que acompañe a personas en condiciones crónicas, amigos y familiares, profesionales, para que puedan tener una actitud creativa y no se sientan desbordados y quieran salir huyendo, porque esto sucede.
Este trabajo debe interesar seguramente a entidades vinculadas con la temática de las enfermedades crónicas.
Nuestro próximo curso lo haremos en Carena, asociación para la ayuda y apoyo de enfermos con cáncer y enfermedades graves. Estamos muy contentos de poder realizar nuestro programa allí porque nos contacta directamente con quienes lo necesitan. Queremos llegar a ese tipo de lugares, como también a hospitales. Además, nos llena de satisfacción llevar este proyecto al mundo hispanohablante porque hacia fin de año se empezará a desarrollar por primera vez en México, y que ha sido posible gracias al trabajo de traducción y demás cosas que hemos realizado en España. Por eso creemos en la capacidad de crecimiento de esta iniciativa, y estoy muy agradecido de poder compartirla.