Prolongar la respiración es una herramienta que nos ayuda a trabajar directamente con nuestras emociones de manera sencilla y práctica.
Cuando intencionalmente hacemos más lenta la respiración, naturalmente suavizamos la actividad de la rama simpática del sistema nervioso (sistema de lucha y huida, excitación y activación). Al mismo tiempo se activa la rama parasimpática del sistema nervioso (homeostasis, recuperación, digestión y relajación) y por ende el aumento del tono vagal.
En términos científicos, el nervio vago es el componente principal del sistema nervioso parasimpático, que controla las funciones y actos involuntarios de nuestro cuerpo.
Según la investigadora Barbara Frederikson (Frederikson, 2015), “este conducto clave, llamado nervio vago, une el cerebro con el cuerpo. Emerge del tallo encefálico en lo hondo del cráneo, y aunque hace escalas múltiples en diversos órganos internos, quizás lo más significativo es que enlaza al cerebro con el corazón”.
La gran mayoría de los controles del sistema nervioso parasimpático dependen del nervio vago. Es responsable de regular el control del corazón, los pulmones, los músculos del cuello y las vías respiratorias, el hígado, el estómago, el páncreas, la vesícula biliar, el bazo, los riñones, el intestino delgado y parte del intestino grueso”
El nervio vago, junto con el cerebro y la oxitocina, constituyen lo que esta autora llama la “biología del amor”.
Volviendo al efecto de la respiración lenta en el “tono vagal”, hay una relación entre el tono vagal y las emociones positivas. Cuando aumenta este, aumenta las emociones positivas y cuando hay emociones positivas aumentan el tono vagal, que su vez mejora nuestra salud.
Este efecto también ocurre naturalmente en el transcurso de la práctica de la meditación ya que durante la misma es habitual que descienda tanto la frecuencia respiratoria como la cardiaca.
Texto extraído del libro "Kindfulness" por Dharmakirti Zuázquita
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