De retiro, te vas de retiro. Tienes claro que es lo mejor para ti. Te ha costado decidirlo. Has leído, indagado, preguntado por ahí. Te has inscrito. ¡Bien! Respiras. Has leído que es muy importante respirar para practicar mindfulness. Ahora sólo tienes que decirlo: en el trabajo, a la familia, a tu amiga con la que pasas nochevieja (que al final te entenderá), al que te cuida la mascota y a la gata en cuestión (aunque no te entienda); asegurarle a tu madre que todo estará bien (aunque pase de entenderte) y resignarte a que se mueran algunas plantas.
¿Un retiro? ¿Y eso qué es? pregunta tu amiga Celia (el único retiro que conoce es el que hace en efectivo del cajero). Hija, que ya podías haber elegido otra fecha, que ya sabes que no paso la nochevieja con nadie más, me abandonas, asquerosa. Pero a tu madre la podrás llamar, ¿no? (no contabas con tu abuela en la merienda). Esta no llama ni yo muriendo, dice lánguida tu madre mientras tu abuela moja el churro en el chocolate. Yo a la gata te la cuido, pero si a cambio me traes un poco de ayahuasca, que seguro habrá, dice tu vecino del quinto en plan cuñado. La pastilla es un día sí y un día no; respondes, mientras le cierras la puerta en las narices. Menuda semana. Pero mientras más dudas escuchas, más segura te sientes.
Estás decidida. Te vas. Nuevos conocimientos, naturaleza, gente distinta, año nuevo sin cotillón. ¡Ay! Respiras. Miras la maleta, sí, es demasiado. Pero siempre te permites el exceso de equipaje si estás nerviosa… Bueno, igual la almohada la podrías dejar. Respiras. Cierras la maleta con almohada y todo.
Ha terminado la primera comida juntos. Nada digno de Cuarto Milenio. Dos murcianas muy jóvenes y charradoras. Una pareja que dicen que éste es su tercer retiro. Una mujer igualita a tu tía Amelia cuando joven. Y el profe haciendo bromas con unos chicos que ya conoce.
Ya en la sala de meditación, estás otra vez con los nervios de punta. El profesor da unas instrucciones simples, cierras los ojos y allí estás. Te pica la nariz, pero aguantas. El hombre de al lado respira muy lentamente. ¿Demasiado? Quieres abrir los ojos. El profe dice que te enfoques en tu respiración. Sí. Eso.Respiras.
Respiras. Respiras. Respiras. Ya estás aquí. Has llegado.
Cuando suena la campana, mueves el cuerpo, abres lentamente los ojos. Te sientes distinta: descansada, presente, atenta. Menos mal que te has escuchado a ti misma. Parece el comienzo de algo completamente nuevo. Y muy bueno.