Día 7 de 21 días de práctica de gratitud (ir a la bitacora de todos los días)
Hoy os ofrecemos nuestra primera colaboración, escrita por nuestra profesora senior de mindfulness Respira Vida Kate Fitzroy.
Los que vivimos en una sociedad, por muy imperfecta que sea, donde se reconocen las libertades garantizadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tenemos tanto que agradecer.
Las noticias recogen diariamente ejemplos del sufrimiento que sigue cuando no se respeta la libertad de convivir en paz con otras personas, compartan o no tu orientación hacia el mundo. Cuando no se les permite a los individuos expresar su opinión libremente, ni siquiera pensar libremente en el más íntimo de su ser. El sufrimiento que sigue cuando te niegan la educación, la justicia o los cuidados sanitarios porque no dispones de suficiente dinero. Cuando la condición de ser mujer te obliga a renunciar tu libre elección de pareja, de ser independiente económicamente porque no puedes trabajar fuera de tu casa, de andar sin preocupaciones por la calle, de tomar tus propias decisiones en cuanto a cómo te expresas en tu vestir, hablar, comportar. Cuando no se valora tu vida a causa de tu origen étnica, y te matan o te dejan morir -o incluso vivir- en condiciones infra-humanas.
Me paro y me doy cuenta del esfuerzo, de la visión y de la bondad de las personas innumerables durante siglos que han contribuido a la Declaración Universal de los Derechos Humanos – y que éstos sean realidad en el continente donde vivo. Con sus imperfecciones, por supuesto. Todo es mejorable, hay que vigilar permanentemente que no se pierdan lo que se ha ganado en las garantías de la libertad. Pero ahora mismo en mi vida cotidiana la aceptación por parte de la sociedad de mis derechos humanos fundamentales me permite vivir y elegir libremente. Y agradezco, agradezco de todo corazón, a las personas que hacen y han hecho posible que sea así.
Declaración universal de derechos humanos