Hace algunos años, la National Science Foundation afirmó que una persona tiene alrededor de 50.000 pensamientos al día. Sea verdad o no, lo cierto es que la mente nunca deja de pensar, analizar y tratar de entender las cosas.
No importa si estamos despiertos o dormidos porque la rueda sigue girando. Nuestra mente funciona como una película, es decir, tanto con imágenes como con palabras. Algunas personas suelen pensar más con imágenes, otras con palabras y hay quienes experimentan una mezcla de ambas. Pero lo más llamativo es que la mayor parte del tiempo ni siquiera somos conscientes de lo que ocurre en nuestra mente.
Cuando empieces a observar tus pensamientos con atención plena, una de las cosas que advertirás es que está teniendo lugar algún tipo de «diálogo interno» en el que te hablas a ti misme. Y. cuando le apliquemos la mente de principiante, percibiremos lo increiblemente duros que solemos ser con nosotres mismes, diciéndonos cosas que nunca diríamos a un amigo: «¿Qué me ocurre? Soy idiota» o «Nunca conseguiré hacerlo bien».
Con el tiempo, nos percatamos de qué modo nuestro estado de ánimo distorsiona los pensamientos en una u otra dirección. Cuando nos sentimos de buen humor, disminuye la frecuencia e intensidad de los pensamientos negativos y puede que ni siquiera nos demos cuenta de que estamos pensando cosas como «¡Soy brillante!». En cambio, cuando somos presa del malestar emocional, los pensamientos negativos se tornan más intensos y frecuentes.
Pero, como ocurre con todas las cosas, estas formaciones mentales tienen un periodo de vida en el que emergen y desaparecen. Aplicar la atención plena a nuestros pensamientos no solo nos ayuda a familiarizarnos con el modo en que nuestra mente opera automáticamente, sino que también nos libera de que esos pensamientos nos dicten cómo somos y lo que creemos. Tú no eres tus pensamientos, ni siquiera aquellos que te dicen lo que eres.
Práctica de mindfulness
De vez en cuando, durante el día de hoy, hazte una pregunta muy sencilla:
«¿Qué está sucediendo en mi mente?».
¿Adviertes que estás pensando principalmente con imágenes, con palabras o de ambos modos?
Cuando seas consciente de algún pensamiento, plantéate la siguiente cuestión:
«¿Me pregunto cuál será el siguiente pensamiento?».
Investiga de qué modo tu mente es muy rápida al juzgarte a ti y también a otras personas.
¿Te das cuenta de que esos diferentes estados mentales -pensamientos e imágenes- están en constante cambio?
He aquí algunas categorías de pensamientos en las que puedes descubrir que incurre tu mente:
- Catastrofización: esta es la mente jugando al «¿y si...?», el cual magnifica el peor escenario futuro con pensamientos de preocupación: «¿Qué pasaría si sucediese...? ¿Qué ocurriría si...?». Este tipo de pensamiento amplifica la ansiedad y la depresión.
- Culpabilización: en esta trampa mental proyectamos los sentimientos incómodos haciéndonos responsables del dolor de otras personas, o bien haciendo a otras personas responsables de nuestro dolor. El problema en este caso es que, cuando percibimos la situación como algo que está fuera de nosotros, renunciamos a nuestro poder para cambiarla.
- Rumiación: ocurre cuando nuestros pensamientos reflexionan sobre las circunstancias pasadas, volviendo a ellas una y otra vez, con frecuencia en un intento de resolverlas.
- Ensayo: en este caso, nuestra mente se representa un evento futuro, ensayando repetidamente los posibles modos en que podría suceder.
El mero hecho de investigar deliberadamente cómo funciona tu mente e incluso de etiquetar determinadas categorías de pensamientos puede ampliar el espacio existente entre la consciencia y los pensamientos. Es en ese espacio en donde residen tu libertad y tu capacidad de elección.
Fuente: Goldstein E, Stahl B (2016) El manual de mindfulness. Ed Kairos